sábado, 24 de septiembre de 2011

El cine del norte de Europa de la última década


            A mediados de los años noventa en el cine del norte de Europa iba a emerger un Movimiento que se constituiría como revulsivo esencial para entender la cinematografía contemporánea. El surgimiento de Dogma 95 implica una declaración de principios radical y con pretensiones de pureza que establece unas reglas que persiguen desnudar al cine de artificios, apegarse a la realidad con la violencia del presente de indicativo –la acción siempre transcurre aquí y ahora- y la sujeción estricta a la cámara en mano como único vehículo expresivo. Si para Godard el travelling es una cuestión moral, para Dogma 95 “debemos vestir las películas con uniforme de guerra”. El movimiento se estrenó con un ramillete de películas magníficas, viscerales e inolvidables, como “Rompiendo las olas, 1996” y “Los idiotas, 1998” de Lars von Trier, “Celebración, 1998” de Thomas Vinterberg, “Mifune, 1999” de Soren Kragh-Jacobsen o “Lovers, 1999” de Jean Marc Barr.
            En el corazón de Dogma 95 se sitúa Lars von Trier, un cineasta genial e impredecible, autor de la obra maestra “Bailar en la oscuridad, 2000”, de la desconcertante y atractiva “Dogville, 2003”, de la deliciosa aunque amarga comedia “El jefe de todo esto, 2007” y de la descompensada “Anticristo, 2009”.
            El cine danés posterior a Dogma ha seguido entregando películas de enorme belleza e interés que al tiempo no dejan de plantear los demonios de la moderna civilización europea y que en cierto sentido resultan tributarias de aquel movimiento. Lone Scherfig será la responsable de la comedia “Italiano para principiantes, 2001” y de la irregular “Wilbur se quiere suicidar, 2004” antes de marchar a Inglaterra a dirigir “An education, 2009”. Susanne Bier firma “Te quiero para siempre, 2003”, las grandiosas “Hermanos, 2005” y “Después de la boda, 2007”, la desgarradora “Cosas que perdimos en el fuego, 2008” y la magistral y emocionante “En un mundo mejor, 2011”, profusamente premiada. Otras citas de interés las tenemos con la demoledora “La herencia, 1993” de Per Fly, o la hermosa comedia noruega “Elling, 2001” de Peter Naess.
            Mientras el país de Dreyer se ha convertido en centro neurálgico del cine mundial, en Suecia el sempiterno Ingmar Bergman entregará su última película, la imprescindible “Saraband, 2003” con los insuperables Liv Ullmann y Erland Josephson. Precisamente Liv Ullmann es la responsable de “Infiel, 2000” otro filme de sutil belleza sobre el que gravita Bergman, con una impagable Lena Endre.
            También resultan notorias, aunque inferiores, la sorprendente historia vampírica “Déjame entrar, 2008” de Tomas Alfredson, la adaptación al cine de la trilogía de Stieg Larsson “Millenium, 2009” de Niels Arden Oplev y “Adiós mamá, 2005” de Klaus Härö.
            Mientras, en Finlandia el veterano Aki Kaurismaki entrega la notable “Un hombre sin pasado, 2002” fiel a su universo de fría austeridad narrativa.

            El cine alemán también ha sabido reciclarse tras el paso a un segundo plano de directores como Wim Wenders, Werner Herzog o Volker Schlöndorff, que aún entregaría “El noveno día, 2004” o “Billy Wilder habla, 2006”. Doris Dörrie, tras la divertida “Hombres, hombres, 1985”, vuelve a retomar el pulso de la dirección con “Sabiduría garantizada, 2000” y “Cerezos en flor, 2008”. Y otra veterana, Margarette von Trotta, autora de “Las hermanas alemanas, 1981” firmará la interesante “La calle de las rosas, 2003”.
Una nueva generación de sólidas películas han gozado a su vez de éxito internacional. “El experimento, 2001”, curioso film sobre el comportamiento humano en situaciones límite y “El hundimiento, 2004” sobrio y mortífero relato sobre los últimos días de Hitler, con un impecable trabajo de Bruno Ganz, ambas de Oliver Hirschbiegel; “Good bye, Lenin, 2003“ de Wolfgang Becker, comedia sobre los cambios producidos en Berlín Este tras la caída del Muro; “La vida de los otros, 2006“ de Florian Henckel-Donnersmarck, escalofriante historia sobre la asfixia vital a la que sometía a sus habitantes el régimen comunista de la antigua Alemania oriental; “Los edukadores, 2005“ de Hans Weingartner, irregular alegato ideológico; “Deliciosa Martha, 2000“ de Sandra Nettelbeck, maravillosa historia con el trasfondo de la cocina de un restaurante; “Berlín está en Alemania, 2001“ de Hannes Stohr, basada en un hecho real; “Cuatro minutos, 2006“ de Chris Kraus, grandilocuente historia de relaciones personales con la música como medio; “Sophie Scholl: Los últimos días, 2006“ de Marc Rothemund, nueva versión de la historia de la resistencia contra el régimen nazi; "Los falsificadores, 2007" de Stefan Ruzowitzky, entretenido filme sobre falsificación de moneda en un campo de concentración.
Una mención especial merecen dos cineastas de acusada personalidad, el alemán de origen turco Fatih Akim y el germano- austríaco Michael Haneke. Akin relata historias convulsas plagadas de fuerza como “Contra la pared, 2004” y “Al otro lado, 2007” ambas sobre el universo turco en Alemania y la fallida “Soul Kitchen, 2009”. Haneke revive el paradigma del director europeo reflexivo y heterodoxo, acusado de la excesiva lentitud de sus historias, así dirige “Código desconocido, 2000”, la exasperante “La pianista, 2001” sobre Efriede Jelinek, “El tiempo del lobo, 2003”, “Caché, 2005” impresionante e inquietante historia que constituye sin duda su mejor película y “La cinta blanca, 2009” lenta pero turbadora historia sobre la ambigüedad moral de la educación y sociedad alemana de principios del siglo XX.
           




No hay comentarios:

Publicar un comentario